UNA AMBICIÓN EN EL DESIERTO, Albert Cossery. Pepitas de Calabaza.
Una revolución se cierne sobre
Dofa, un pequeño emirato ubicado en el Golfo,
y aunque el autor nunca dice de cuál, el lector terminará deduciendo que se
trata del Pérsico, ¿dónde más si no?, un lugar rodeado de petróleo y donde el
paisaje está enmarcado por el hermoso desierto –que aquí no se siente
agobiante, sino por el contrario atrayente–, el mar y el oasis en que se
encuentra emplazada la ciudad.
Lo particular de la historia es
que precisamente en Dofa, mientras sus vecinos viven sobre un subsuelo rico en
petróleo y la opulencia y el consumo son el orden del día, por alguna razón
inexplicable, no hay una sola gota y el país vive en el letargo propio del
olvido, después de que fuera abandonado por todas las multinacionales que
alguna vez lo atiborraron con sus ingenieros, equipos y la aparente prosperidad
que traían tras de sí.
Esa es precisamente la riqueza
del país: su pobreza, que lo preserva de toda banalidad y ambición de occidente
que al no ver nada en ella la deja en paz y con ello a sus habitantes que
pueden vivir de un modo simple y con los deleites profundos que dan el amor, la
música y el goce de compartir con los amigos.
Pero hasta en el paraíso hay tormentas y es así como sin aviso previo en
la ciudad empiezan a presentarse una serie de explosiones acompañadas de unos
cuantos panfletos promoviendo la revolución social.
A partir de estos hechos, se
desarrolla toda la trama de la novela que uno no quiere soltar y que se descubre
leyendo a párrafos entre los cambios de semáforo, en la fila del banco o
mientras espera el ascensor. Pues bien,
a partir de los atentados, cada quien intentará entender a su manera el origen
de la revuelta y actuará conforme a su alma y a donde su espíritu lo vaya
llevando, porque eso es lo que prima en los personajes del libro: un alma pura,
un aire romántico y algo exótico, propio del medio oriente y toda su
cultura. Samantar –el protagonista– no
tiene otro camino que abandonar su vida de ocio y de placer para intentar descubrir
a los conspiradores y neutralizarlos antes de que sea demasiado tarde, esto es,
antes de que Dofa pierda su invisibilidad ante sus vecinos y entonces éstos
–todopoderosos– decidan realizar una intervención. Su móvil sin embargo no es el amor por la
patria, sino el temor de perder la tranquilidad absoluta en la que transcurre
su vida y los placeres mundanos de los que hace gala.
Sin duda Cossery logra reflejarse
en sus personajes –en especial en Samantar– quienes tienen un gusto particular
por no hacer nada, no poseer nada y por el contrario cultivar el arte de la
seducción y, cómo no, del hedonismo a ultranza.
Un grande, Albert Cossery, y toda una filosofía por descubrir...
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